martes, 21 de febrero de 2012

Frank, el desconocido.

Quizá esté loco, lo sé, pero no había otra manera de conseguirlo, admitía Frank desde el sillón. Jamás hubiera pensando que acabaría en aquella situación, desde luego no tal y como empezaron las cosas.

La historia comenzó en el café de la plaza del ayuntamiento. Eran las 6 de la tarde, yo, como cada día, estaba sentada en mi mesa absorta en la tesis para el máste cuando alguien con una maleta me preguntó si podía sentarse conmigo. Miré a mi alrededor y no había más sitios libres por, lo que aunque poco incómoda por lo que consideraba una invasión de mi espacio vital, acepté tratando de no resultar demasiado arisca para aquel desconocido. Frank era un chico de ojos verdes y piel morena, pelo perfectamente despeinado. Llevaba unos vaqueros lo suficientemente ajustados como para adivinar que cuidaba su físico, y todos los colores de su vestimenta casaban perfectamente.

Traté de no darle importancia a su presencia y continuar con mi tesis, mi fecha límite se estaba acabando y cada vez parecía más alejada de mis objetivos. Pese a ello, no podía evitar mirar a aquel apuesto chico que se había atrevido a interrumpirme.

- Soy nuevo en la ciudad – Dijo mirando a través de la ventana.

Yo alcé la vista con despreocupación y sonreí forzadamente. El captó mi poca receptividad, pero aun así pareció no darse por vencido.

- ¿Qué tal es Valencia en primavera? – Preguntó sin desviar la mirada del intenso tráfico de media tarde.
- Pues… el clima es agradable – dije yo sin saber exactamente que responder, acompañé mi afirmación con una segunda sonrisa forzada, tratando de zanjar aquella molesta situación.
- ¿Y en verano? – preguntó, esta vez mirándome a los ojos.
- El calor es un poco asfixiante, pero la verdad es que tampoco paso suficiente tiempo aquí como para dar un veredicto mas objetivo – añadí intentando que entendiera que no era de allí y que si me hallaba en esa ciudad era por necesidad de causa y no por gusto. La verdad es que nunca me había explicado como acabé en Valencia, no es que me disgustara, pero siempre había añorado mi hogar.
- ¿De dónde eres? - preguntó.
- Disculpa mi mal carácter, pero la verdad es que estoy ocupada en estos momentos y no me apetece demasiado hablar - No entendía porque aquel extraño trataba de establecer ningún tipo de contacto conmigo.
- Perdona – parecía molesto, pero de mientras me dejara continuar con mi trabajo tampoco me preocupaba excesivamente.

Pasaron 20 minutos en los que yo traté de no mover la vista de mi ordenador. La situación me estaba poniendo nerviosa. El café de Frank parecía no tener fin, aunque acabé deduciendo que no tenía prisa ni, probablemente, lugar al que ir.

- Disculpa que vuelva a molestarte pero ¿sabrías indicarme como llegar a Benimaclet? – dijo tímidamente.

Miré el reloj, nunca supe porque reaccioné de aquella manera, pero tenía que volver a casa y decidí que tras haber sido tan tajante un poco de ayuda por la humanidad quizás acallara mi conciencia.

- Resulta que voy para allá, si quieres venir conmigo…
- No quisiera importunarte, de verdad - Sus palabras resultaban medidas y buscadas, pero aun así parecía un poco necesitado de ayuda.
- No tranquilo, insisto – añadí tratando de resultar convincente.
- En tal caso me llamo Frank – dijo acompañado de una amable sonrisa.
- Linda, encantada – dije estrechando su mano.

Cogimos el autobús número 40, siempre he sido mas de autobús que de metro, no entiendo porque pudiendo ver la ciudad la gente prefiere meterse bajo tierra, eso se lo dejo a los topos. Frank era muy amable, hablamos todo el camino sobre como había acabado en la “terreta”, sobre mi pasión por la biología, no paró de interesarse por mí y mis aficiones. Me pareció tan amable que casi asustaba.

Bajamos en primado reig, y me preguntó por algún hotel cercano. No tenía donde ir. Durante segundos dudé si ofrecerle mi sofá pero el temor hacia aquel desconocido era mayor que mi amabilidad (y mi cargo de conciencia). Le indiqué como llegar, puestos que íbamos en direcciones opuestas, nos despedimos y comenzamos a andar. Sin saber porque me giré y le grité que me esperara, que por si acaso le iba a acompañar no fuera ser que se perdiera. Pensé para mis adentros que el camino no era tan complicado y, que al fin y al cabo, si se perdía podría preguntar a cualquier persona, pero aun así algo dentro de mí quería acompañarle.

Estuvimos hablando de política, de los recortes sanitarios y educativos, sobre todo los que acontecían en valencia últimamente, las cargas policiales y las manifestaciones. Frank me pareció un chico con la cabeza muy bien amueblada, supongo que también potenciado por el hecho de que sus ideas eran similares a la mías. El camino se me hizo corto, y él lo notó. Tímidamente hizo un amago de irme y él ni corto ni perezoso, mirándome con aquellos ojos me invitó a cenar por la ayuda ofrecida. Pensé en rechazarla, pero total, aquel día estaba resultando tan atípico que no me iba a venir de aceptar una invitación de un absoluto desconocido, pensé que quizás esta era mi oportunidad para saber de él.

El quería subir a dejar la maleta en su cuarto y yo le acompañé. Pasamos a la habitación y me quedé en la entrada, ligeramente volteada, volvía a sentirme incómoda, ¿por qué habría subido? Frank balbuceó algo desde dentro de la habitación me giré tratando de oírle mejor y en aquel momento se abalanzó sobre mi golpeándome contundentemente en la cabeza con una lámpara. Caí al suelo quedando totalmente desorientada. Entonces escuché lo que decía: lo siento, de verdad que lo siento.

Mi mente trató de hacer que me defendiera pero mi cuerpo no reaccionaba. El me cogió cuidadosamente y me llevó a una silla, me ató las manos y los pies y me tapó la boca.

Se sentó en el sillón delante de mí, y me pidió perdón por haberme golpeado. Me juró que no me iba a pasar nada, que era totalmente comprensible que no le creyera pero que me era sincero, que nunca le haría daño a nadie, bajo ningún concepto. Yo empecé a hiperventilar, y empezaron a brotar lágrimas de mis ojos, estaba totalmente descontrolada, traté de gritar pero él me pidió que no lo hiciera. No comprendía que estaba pasando pero teniendo en cuenta mi situación pensé que quizás lo mejor era hacerle caso. El agradeció mi aparente cambio de actitud, y me dijo que solo quería hablar. Me preguntó si quería escucharle, como si tuviera elección pensé, aun así asentí aun con lágrimas en los ojos.

Frank entonces comenzó su historia, trataré de relatarla lo más fielmente posible:

- Te preguntarás por qué estás aquí Linda, lo que te ha traído aquí es la casualidad. Hoy me he levantado con unas tremendas ganas de quitarme la vida. He estado toda la mañana planteando como hacerlo, soy farmacéutico ¿sabes?, y en un principio he pensado en una inyección de barbitúricos para acabar pronto con el sufrimiento pero era mi día libre en la farmacia y hubiese sido sospechoso que hubiera aparecido por allí. Me he planteado una sobredosis por aspirinas, pero la muerte por salicilismo es muy agónica y soy demasiado cobarde – Paró y sacó una botella de whisky de la maleta, se puso una copa se mojó los labios con ella y me miró – Sabes, nunca había probado el cardhu, cuando he ido al supermercado me he planteado comprar J&B, pero después he pensado que ya no tenía motivos para racanear con el dinero, total ya no tengo que ahorrar, aunque para ser sincero, sabe igual de mal, soy más de ron pero he pensado que morir con un ron cola en la mano era demasiado cutre, la gente con clase muere con whisky, ¿o debería haber comprado bourbon? ¡Maldita sea no sé ni suicidarme! – lanzó la copa contra el suelo, le noté alterado, hasta aquel momento había sido bastante pacífico, dejando a un lado el incidente con la lámpara, le miré atemorizada, mi mente trató de detenerme, pero hice un amago de hablar, el me miró – No lo hagas, no te voy a quitar la venda de la boca, en serio me pareces muy buena persona, y tras haber hablado, joder como lamento no haberte conocido antes, sabes hubiésemos sido grandes amigos, yo soy un tío super divertido, me encanta la fiesta, pasar el rato con mis amigos, soy una apasionado de la ciencia, ¡como tú! – bajó la mirada, buscó otra copa, rellenó el vaso y continuó – es solo que todo ha cambiado y por eso estás tú aquí, por eso y por la casualidad. Tras mucho barajar opciones sobre cómo acabar con mi vida he pensado en que siempre había querido ver Valencia pero, a mi ex no le gustaba viajar. Así que he pensado que aprovecharía el maravilloso AVE y vería aunque fuera la plaza del ayuntamiento de Valencia ¿cómo es aquello que dice la fallera mayor? Bueno es igual, siempre lo veo por la tele y me parece que los valencianos saben cómo divertirse. El hecho de venir a Benimaclet no ha sido premeditado, no creas que te había seguido días atrás ni nada similar, es más, en todo momento he tratado de alejarte pero es que, bueno, me da un poco de corte decirlo, pero me gustas – Por no sé qué reacción nerviosa volví a ponerme a llorar, sentía auténtico pánico de lo que se le podía estar pasando por la cabeza – Ei, no llores, es de verdad - me puso una mano en el hombro y me eché a temblar – No pensarás que yo… ¡nunca te haría daño! ¿Me crees? – Yo le miré y asentí – y encima dices que si, Linda no me mientas… - me autoconvencí para calmarme, no quería que cambiara de opinión, le miré y puse mi mejor cara de comprensión – Te preguntarás porque voy a hacerlo ¿no? que es aquello que me puede haber pasado para no querer seguir viviendo. Lo he perdido todo. El trabajo, los amigos, mi novia, el dinero, todo. ¿Qué típico cierto? Pero es que es así, todo se ha encadenado – se volvió a rellenar la copa – Perdí a mis amigos por estar con mi novia, perdí a mi novia por perder mi trabajo y a su vez perdí el dinero, no exagero de verdad – Me miró con los ojos llenos de lágrimas – nos íbamos a casar, y por culpa de mi jefe, que coño… ¡por culpa del gobierno! ¡Por culpa de esta mierda de mundo! – Rompió a llorar, estaba muy nervioso se dirigió a su maleta y sacó una pistola, yo empecé a negar con la cabeza, las manos me sudaban, mis ojos estaban desorbitadamente abiertos, traté de gritar empecé a zarandearme en la silla – Por favor para, te lo ruego – no quería, pero sentía como aquellos ojos verdes que había admirado hacía escasas horas ahora me producían tal pavor que me paralizaban - Quizá esté loco, lo sé, pero no había otra manera de conseguirlo - admitía Frank desde el sillón – quiero que todos los que me han abandonado sufran mi pérdida, no soy rencoroso de verdad, es solo… ¡Qué más da! Total si ya piensas que soy un perturbado… De verdad que pienso que podríamos haber sido buenos amigos y quizás… Quizás tu y yo podríamos haber sido algo más Linda, perdóname, perdona por hacerte pasar por esto, que sepas que ha sido un placer conocerte, y confío en que triunfarás – Se acercó y me dio un beso en la frente yo cerré los ojos fuertemente – Por cierto, no puedo irme sin la conciencia tranquila, te he mentido… no me llamo Frank – dicho esto se sentó apuntó con el cañón en su sien cerró los ojos y apretó el gatillo.

Tardaron poco más de 4 minutos en tirar la puerta abajo. En menos de media hora la policía llegó a aquella habitación, yo me hallaba en el pasillo y un samur me curaba la herida de la cabeza. No fui capaz de explicarles lo que había sucedido hasta días después, solo podía pensar en Fra… en aquel desconocido, y en si pude haber hecho algo más por el…

Por iniciativa de El cuentacuentos