sábado, 19 de junio de 2010

Nadie es inmortal.

- No sé como ni dónde, pero acabaré con su vida un día de estos.
- No puedes matarlo.
- ¿Quien lo dice?
- Es inmortal.
- Nadie es inmortal. 

Años invertidos en planes que nunca funcionaban, pero ella continuaba intentándolo. Decía que lo hacía por el bien de todos, pero en realidad era porque sabía que uno de los debía morir, y él jugaba con ventaja. El siempre sabía donde ella se hallaba, controlaba sus acciones, regía su vida. En cambio ella, había invertido su vida en buscarle, y jamás logró hallarle. Pasaron los años, fue envejeciendo y como a todo ser humano le había llegado su turno. En pleno lecho de muerte pidió que le trajeran el viejo reloj de bolsillo de su padre. Partió el cristal con sus débiles dedos, provocándose sendos cortes que ya poca importancia tenían. Era su venganza… era lo más cerca que jamás estaría de matar al tiempo.

Por iniciativa del cuentacuentos

sábado, 12 de junio de 2010

Frío y calor.


-       El calor hace que las terrazas se llenen, la gente toma cervecitas fresquitas…
-       Seguro que las habían enfriado en nuestro cuarto. En serio Juan, no me convences, aquí hace mucho frío. –Replicó ella.
-       Eres muy quejica. No es para tanto.
-       ¿De verdad que el radiador no funciona? – Dijo con voz de corderito degollado.
-       ¿Porque te iba a mentir? – Respondió el indignado
-       Ah, ¡yo que se! – volvió a replicar, mientras le abrazaba con mas fuerza intentando que su pecho le transmitiera calor.
Se acurrucaron bajo las mantas. Era una noche de otoño, llovía incesantemente y hacía tormenta. Ana decidió quedarse a pasar la noche porque en tales situaciones no quería coger el coche. El frío había llegado de golpe y les cogió por sorpresa. Juan se ofreció a dormir en el sofá pero al poco tiempo  Ana apareció tiritando. No había sido premeditado, pero Juan agradecía la inoportunidad del radiador porque obligaba a Ana a quedarse a su lado. Tardaron mucho en dormirse, no paraban de hablar y reir, mientras ella se quejaba. Cuando por fin se estaba quedando dormida, Juan inconscientemente le dió un beso en la frente. Ella no quiso decir nada, sonrió para sus adentros. Sabía que era cierto. Se estaban enamorando.

 por iniciativa de el cuentacuentos