lunes, 5 de marzo de 2012

Era el arcoíris más bonito que había visto nunca. Eran las 10 de la mañana y aun estaba en la cama, gracias a Dios era domingo. Miraba a través de la ventana, llevaba toda la semana lloviendo, eso la entristecía pero qué podía hacer ella contra el clima, pero aquel rayo de sol la había animado. Era ciertamente el arcoiris más bonito que había visto nunca. Olía a café recién hecho y croissants del horno de la esquina. Sabía que era afortunada por tenerle a su lado. Desayuno en la cama, besos en su cuello y caricias que comenzaban desde la raíz de su cabello hasta perderse en su espalda. Esa era su triada preferida. Estaban siendo tiempos difíciles, aunque ¿qué ser humano no estaba pasando por tiempos difíciles? Era uno de esos días “morriñosos”, días en los que no quieres levantarte. Que mas daba si llovía, solo quería perderse entre las sábanas.

- No nos movamos - le pidió.
- ¿Qué quieres hacer? – preguntó el.
- Juguemos a un juego… - dijo ella volteándose hacia el.
- Tu dirás – dijo el retirándole el mechón que cruzaba su mirada.
- Juguemos a que tengo ganas de besarte y tú me las quitas – Dijo mordiéndose el labio – ¿o tienes algo mejor que hacer este domingo? – le retiró la mirada tímidamente jugando con sus dedos.

El alzó la mirada, como si estuviera buscando la respuesta en el techo de la habitación. La miró, suspiró, negó con la cabeza, sonrió y la besó apasionadamente. ¿Qué mejor plan había para un domingo lluvioso?.

martes, 21 de febrero de 2012

Frank, el desconocido.

Quizá esté loco, lo sé, pero no había otra manera de conseguirlo, admitía Frank desde el sillón. Jamás hubiera pensando que acabaría en aquella situación, desde luego no tal y como empezaron las cosas.

La historia comenzó en el café de la plaza del ayuntamiento. Eran las 6 de la tarde, yo, como cada día, estaba sentada en mi mesa absorta en la tesis para el máste cuando alguien con una maleta me preguntó si podía sentarse conmigo. Miré a mi alrededor y no había más sitios libres por, lo que aunque poco incómoda por lo que consideraba una invasión de mi espacio vital, acepté tratando de no resultar demasiado arisca para aquel desconocido. Frank era un chico de ojos verdes y piel morena, pelo perfectamente despeinado. Llevaba unos vaqueros lo suficientemente ajustados como para adivinar que cuidaba su físico, y todos los colores de su vestimenta casaban perfectamente.

Traté de no darle importancia a su presencia y continuar con mi tesis, mi fecha límite se estaba acabando y cada vez parecía más alejada de mis objetivos. Pese a ello, no podía evitar mirar a aquel apuesto chico que se había atrevido a interrumpirme.

- Soy nuevo en la ciudad – Dijo mirando a través de la ventana.

Yo alcé la vista con despreocupación y sonreí forzadamente. El captó mi poca receptividad, pero aun así pareció no darse por vencido.

- ¿Qué tal es Valencia en primavera? – Preguntó sin desviar la mirada del intenso tráfico de media tarde.
- Pues… el clima es agradable – dije yo sin saber exactamente que responder, acompañé mi afirmación con una segunda sonrisa forzada, tratando de zanjar aquella molesta situación.
- ¿Y en verano? – preguntó, esta vez mirándome a los ojos.
- El calor es un poco asfixiante, pero la verdad es que tampoco paso suficiente tiempo aquí como para dar un veredicto mas objetivo – añadí intentando que entendiera que no era de allí y que si me hallaba en esa ciudad era por necesidad de causa y no por gusto. La verdad es que nunca me había explicado como acabé en Valencia, no es que me disgustara, pero siempre había añorado mi hogar.
- ¿De dónde eres? - preguntó.
- Disculpa mi mal carácter, pero la verdad es que estoy ocupada en estos momentos y no me apetece demasiado hablar - No entendía porque aquel extraño trataba de establecer ningún tipo de contacto conmigo.
- Perdona – parecía molesto, pero de mientras me dejara continuar con mi trabajo tampoco me preocupaba excesivamente.

Pasaron 20 minutos en los que yo traté de no mover la vista de mi ordenador. La situación me estaba poniendo nerviosa. El café de Frank parecía no tener fin, aunque acabé deduciendo que no tenía prisa ni, probablemente, lugar al que ir.

- Disculpa que vuelva a molestarte pero ¿sabrías indicarme como llegar a Benimaclet? – dijo tímidamente.

Miré el reloj, nunca supe porque reaccioné de aquella manera, pero tenía que volver a casa y decidí que tras haber sido tan tajante un poco de ayuda por la humanidad quizás acallara mi conciencia.

- Resulta que voy para allá, si quieres venir conmigo…
- No quisiera importunarte, de verdad - Sus palabras resultaban medidas y buscadas, pero aun así parecía un poco necesitado de ayuda.
- No tranquilo, insisto – añadí tratando de resultar convincente.
- En tal caso me llamo Frank – dijo acompañado de una amable sonrisa.
- Linda, encantada – dije estrechando su mano.

Cogimos el autobús número 40, siempre he sido mas de autobús que de metro, no entiendo porque pudiendo ver la ciudad la gente prefiere meterse bajo tierra, eso se lo dejo a los topos. Frank era muy amable, hablamos todo el camino sobre como había acabado en la “terreta”, sobre mi pasión por la biología, no paró de interesarse por mí y mis aficiones. Me pareció tan amable que casi asustaba.

Bajamos en primado reig, y me preguntó por algún hotel cercano. No tenía donde ir. Durante segundos dudé si ofrecerle mi sofá pero el temor hacia aquel desconocido era mayor que mi amabilidad (y mi cargo de conciencia). Le indiqué como llegar, puestos que íbamos en direcciones opuestas, nos despedimos y comenzamos a andar. Sin saber porque me giré y le grité que me esperara, que por si acaso le iba a acompañar no fuera ser que se perdiera. Pensé para mis adentros que el camino no era tan complicado y, que al fin y al cabo, si se perdía podría preguntar a cualquier persona, pero aun así algo dentro de mí quería acompañarle.

Estuvimos hablando de política, de los recortes sanitarios y educativos, sobre todo los que acontecían en valencia últimamente, las cargas policiales y las manifestaciones. Frank me pareció un chico con la cabeza muy bien amueblada, supongo que también potenciado por el hecho de que sus ideas eran similares a la mías. El camino se me hizo corto, y él lo notó. Tímidamente hizo un amago de irme y él ni corto ni perezoso, mirándome con aquellos ojos me invitó a cenar por la ayuda ofrecida. Pensé en rechazarla, pero total, aquel día estaba resultando tan atípico que no me iba a venir de aceptar una invitación de un absoluto desconocido, pensé que quizás esta era mi oportunidad para saber de él.

El quería subir a dejar la maleta en su cuarto y yo le acompañé. Pasamos a la habitación y me quedé en la entrada, ligeramente volteada, volvía a sentirme incómoda, ¿por qué habría subido? Frank balbuceó algo desde dentro de la habitación me giré tratando de oírle mejor y en aquel momento se abalanzó sobre mi golpeándome contundentemente en la cabeza con una lámpara. Caí al suelo quedando totalmente desorientada. Entonces escuché lo que decía: lo siento, de verdad que lo siento.

Mi mente trató de hacer que me defendiera pero mi cuerpo no reaccionaba. El me cogió cuidadosamente y me llevó a una silla, me ató las manos y los pies y me tapó la boca.

Se sentó en el sillón delante de mí, y me pidió perdón por haberme golpeado. Me juró que no me iba a pasar nada, que era totalmente comprensible que no le creyera pero que me era sincero, que nunca le haría daño a nadie, bajo ningún concepto. Yo empecé a hiperventilar, y empezaron a brotar lágrimas de mis ojos, estaba totalmente descontrolada, traté de gritar pero él me pidió que no lo hiciera. No comprendía que estaba pasando pero teniendo en cuenta mi situación pensé que quizás lo mejor era hacerle caso. El agradeció mi aparente cambio de actitud, y me dijo que solo quería hablar. Me preguntó si quería escucharle, como si tuviera elección pensé, aun así asentí aun con lágrimas en los ojos.

Frank entonces comenzó su historia, trataré de relatarla lo más fielmente posible:

- Te preguntarás por qué estás aquí Linda, lo que te ha traído aquí es la casualidad. Hoy me he levantado con unas tremendas ganas de quitarme la vida. He estado toda la mañana planteando como hacerlo, soy farmacéutico ¿sabes?, y en un principio he pensado en una inyección de barbitúricos para acabar pronto con el sufrimiento pero era mi día libre en la farmacia y hubiese sido sospechoso que hubiera aparecido por allí. Me he planteado una sobredosis por aspirinas, pero la muerte por salicilismo es muy agónica y soy demasiado cobarde – Paró y sacó una botella de whisky de la maleta, se puso una copa se mojó los labios con ella y me miró – Sabes, nunca había probado el cardhu, cuando he ido al supermercado me he planteado comprar J&B, pero después he pensado que ya no tenía motivos para racanear con el dinero, total ya no tengo que ahorrar, aunque para ser sincero, sabe igual de mal, soy más de ron pero he pensado que morir con un ron cola en la mano era demasiado cutre, la gente con clase muere con whisky, ¿o debería haber comprado bourbon? ¡Maldita sea no sé ni suicidarme! – lanzó la copa contra el suelo, le noté alterado, hasta aquel momento había sido bastante pacífico, dejando a un lado el incidente con la lámpara, le miré atemorizada, mi mente trató de detenerme, pero hice un amago de hablar, el me miró – No lo hagas, no te voy a quitar la venda de la boca, en serio me pareces muy buena persona, y tras haber hablado, joder como lamento no haberte conocido antes, sabes hubiésemos sido grandes amigos, yo soy un tío super divertido, me encanta la fiesta, pasar el rato con mis amigos, soy una apasionado de la ciencia, ¡como tú! – bajó la mirada, buscó otra copa, rellenó el vaso y continuó – es solo que todo ha cambiado y por eso estás tú aquí, por eso y por la casualidad. Tras mucho barajar opciones sobre cómo acabar con mi vida he pensado en que siempre había querido ver Valencia pero, a mi ex no le gustaba viajar. Así que he pensado que aprovecharía el maravilloso AVE y vería aunque fuera la plaza del ayuntamiento de Valencia ¿cómo es aquello que dice la fallera mayor? Bueno es igual, siempre lo veo por la tele y me parece que los valencianos saben cómo divertirse. El hecho de venir a Benimaclet no ha sido premeditado, no creas que te había seguido días atrás ni nada similar, es más, en todo momento he tratado de alejarte pero es que, bueno, me da un poco de corte decirlo, pero me gustas – Por no sé qué reacción nerviosa volví a ponerme a llorar, sentía auténtico pánico de lo que se le podía estar pasando por la cabeza – Ei, no llores, es de verdad - me puso una mano en el hombro y me eché a temblar – No pensarás que yo… ¡nunca te haría daño! ¿Me crees? – Yo le miré y asentí – y encima dices que si, Linda no me mientas… - me autoconvencí para calmarme, no quería que cambiara de opinión, le miré y puse mi mejor cara de comprensión – Te preguntarás porque voy a hacerlo ¿no? que es aquello que me puede haber pasado para no querer seguir viviendo. Lo he perdido todo. El trabajo, los amigos, mi novia, el dinero, todo. ¿Qué típico cierto? Pero es que es así, todo se ha encadenado – se volvió a rellenar la copa – Perdí a mis amigos por estar con mi novia, perdí a mi novia por perder mi trabajo y a su vez perdí el dinero, no exagero de verdad – Me miró con los ojos llenos de lágrimas – nos íbamos a casar, y por culpa de mi jefe, que coño… ¡por culpa del gobierno! ¡Por culpa de esta mierda de mundo! – Rompió a llorar, estaba muy nervioso se dirigió a su maleta y sacó una pistola, yo empecé a negar con la cabeza, las manos me sudaban, mis ojos estaban desorbitadamente abiertos, traté de gritar empecé a zarandearme en la silla – Por favor para, te lo ruego – no quería, pero sentía como aquellos ojos verdes que había admirado hacía escasas horas ahora me producían tal pavor que me paralizaban - Quizá esté loco, lo sé, pero no había otra manera de conseguirlo - admitía Frank desde el sillón – quiero que todos los que me han abandonado sufran mi pérdida, no soy rencoroso de verdad, es solo… ¡Qué más da! Total si ya piensas que soy un perturbado… De verdad que pienso que podríamos haber sido buenos amigos y quizás… Quizás tu y yo podríamos haber sido algo más Linda, perdóname, perdona por hacerte pasar por esto, que sepas que ha sido un placer conocerte, y confío en que triunfarás – Se acercó y me dio un beso en la frente yo cerré los ojos fuertemente – Por cierto, no puedo irme sin la conciencia tranquila, te he mentido… no me llamo Frank – dicho esto se sentó apuntó con el cañón en su sien cerró los ojos y apretó el gatillo.

Tardaron poco más de 4 minutos en tirar la puerta abajo. En menos de media hora la policía llegó a aquella habitación, yo me hallaba en el pasillo y un samur me curaba la herida de la cabeza. No fui capaz de explicarles lo que había sucedido hasta días después, solo podía pensar en Fra… en aquel desconocido, y en si pude haber hecho algo más por el…

Por iniciativa de El cuentacuentos

lunes, 19 de diciembre de 2011

Mi nueva amiga.

Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa canción, primero los violines enérgicamente…
- ¡No puedo seguir así! De verdad, ¡me estás destrozando!
Acto seguido se unían el resto de instrumentos de cuerda…
- Yo voy a darlo todo por ti, déjame ser tu amiga…
Se unía la percusión…
- ¡No no es cierto! Solo me haces daño, soy infeliz contigo.
- ¿Daño? ¡Daño el que te haces a ti misma! Si quieres que me vaya…
Empezaba a reducirse la intensidad…
- Por favor, te prometo que voy a cambiar… Solo dame otra oportunidad. Juro intentarlo… ¡No! ¡No quiero!... ¡No quiero seguir así!...
Solo quedaba un triste piano…
- Quieres cambiar y yo puedo ayudarte. Solo tienes que coger mi mano…

Todo empezó cuando Paula tenía 15 años. Era la mejor de su clase, todo sobresalientes, los profesores la adoraban a pesar de que su inquietud y rebeldía les desquiciara a veces. Pensaba ser médico, eso le permitiría ayudar a la gente, a la par que enorgullecer a sus padres. Sus padres… siempre tan exigentes, y Paula como hija perfecta que era, trataba de satisfacerlos en todo lo posible.

Era el primer día de un nuevo curso, 4º de la ESO. Había quedado con sus mejores amigas en la puerta para contarse el verano.
Entraron en clase y ahí estaba el. Era nuevo, moreno de pelo corto, ojos azules, alto y fuerte. Se llamaba Jorge, y era sin duda alguna el chico mas guapo que había visto nunca. Era repetidor, tenía casi 17 años.
Con su mejor sonrisa se acercó a él. Y coló. Se presentó como la delegada de la clase, y le ofreció toda la ayuda que él pudiera requerir. Y, poco a poco, se hicieron amigos. O al menos así se sentía ella. Sus amigas no estaban del todo seguras, pero para ella estaba claro, había algo.
Tardó casi 3 meses en decidirse. Habían quedado todos los amigos para ir a cenar. Ella con sus tacones, una minifalda y los labios rojos… y aquel día todo cambió.

- Jorge, no sé qué te habrán dicho… Pero quiero decirte algo.
- Tú dirás.
- Es que, bueno, que, joder no sé cómo decirte esto.
- Venga Paulita. ¿Qué es lo que te pasa?
- Jorge… me… me gustas.
- Ya lo sabía Paula.
- Ehm, vaya, y ¿qué piensas?
- ¿Pues sino te he dicho nada que crees?
- Vale, tampoco hace falta que seas borde.
- Entiéndelo, eres muy buena amiga, pero sinceramente…

Le había quedado claro. No necesitó más. Salió corriendo de allí. Sus amigas la siguieron pero no lograron alcanzarla. Una vez en su casa no pudo más, y lloró, lloró desconsoladamente, odiando cada lágrima malgastada. Se miró al espejo, estaba horrible. ¿Cómo la iba a querer alguien? Era imposible que alguien quisiese a un monstruo como ese.


- Hija, vas a llegar tarde ¿qué haces que tardas tanto?
- Mamá no me encuentro bien.
- Hija no has comido nada en todo el día, ¿te extraña? Vamos que te preparo algo y te lo llevas al ensayo.
- Mamá no hace falta, me voy corriendo.

Faltaba un mes para la actuación. Llegó tarde como su madre bien auguraba, aunque poco importó, al inicio del ensayo se desmayó, y cayó con tan mala suerte que se torció un tobillo…

- Paula, tienes mala cara.
- Tengo la cara de siempre.
- No es cierto, estás ojerosa.
- Últimamente estoy estudiando mucho, llegan los parciales y tengo miedo.
- ¿Segura que es solo eso?
- ¿Qué va a ser? Deja de preocuparte por mi. Todo está bien, es solo esta escayola que no me deja moverme.

Sus amigas lo notaban, Paula estaba muy arisca, no quería hablar, no había manera de sacarla de clase. Todas lo achacaban a su caída, pero no mejoró cuando le quitaron la escayola.

- Paula hemos quedado todos, por favor ven.
- No puedo tengo muchas cosas que hacer, de verdad que no insistas.
- ¿Sabes que puedes hablar conmigo verdad? Cuéntamelo, te ayudaré…. ¿Es por Jorge?
- ¿Jorge? ¡No! Es por mi, Lucía de verdad no lo entenderías. Déjame.
- Pero…
- No, vete y pasátelo bien. Déjame sola.

Paula sabía que no estaba sola, no lo había estado en mucho tiempo, todo y desearlo con todas sus fuerzas, su nueva amiga siempre estaba allí con ella.

- ¡No puedo seguir así! De verdad, ¡me estás destrozando!
- Yo voy a darlo todo por ti, déjame ser tu amiga…
- ¡No no es cierto! Solo me haces daño, soy infeliz contigo.
- ¿Daño? ¡Daño el que te haces a ti misma! Si quieres que me vaya…
- Por favor, te prometo que voy a cambiar… Solo dame una oportunidad. Juro intentarlo… ¡No! ¡No quiero!... ¡No quiero seguir así!...
- Quieres cambiar y yo puedo ayudarte. Solo tienes que coger mi mano…

Paula se sentía débil. ¿Por qué no aceptar la ayuda de una amiga? Ella había estado a su lado durante estos meses tan duros… Pero no era feliz, aunque ¿que sabía ella de felicidad? no era más que un niña de 15 años, inocente, que quería gustar a todos…

Paula nunca llegó a hacer su actuación, nunca llegó a ser médico… Con 17 años la ingresaron al borde de la inanición. Y es que si aquel día, en el que Jorge la rechazó sí que hubo un monstruo en ella, pero creciendo por dentro. Todos se enteraron tarde, pero Paula sufrió anorexia, la sufrió y padeció durante dos eternos años, hasta que su querida amiga la hirió letalmente.

- ¿Eres feliz?
- … ¿Qué?
- Tienes lo que querías.
- Siento lo mismo que el primer día.
- ¿Lo mismo?
- Si, soy un monstruo, un monstruo que no sabe lo que es la felicidad.

Por iniciativa de elcuentacuentos.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Deseaba que fueras tú...

Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma. Lo juro, lo deseaba, y puse todo mi empeño en ello. Quise que fueras tú, por ello me dejé querer, por ello te permití abrazarme, acariciarme, besarme, por ello te permití quererme, porque quería que fueras tú, deseaba que funcionara, lo juro, lo intenté, lo quería de verdad. Quería que fueras tú quien se levantara a mi lado cada mañana, quería que tus manos desenredaran mi pelo mientras me deseabas buenos días, que bajaras corriendo a por una manta para que yo no tuviera frio en la transición hasta el salón los domingos caseros, lo deseaba, te juro que deseaba que fueras tú…

Espero que no me guardes rencor, nunca quise hacerte daño, te lo aseguro, quería sentir lo mismo que tú, quizás fue miedo, miedo de que nadie más sintiera por mi lo mismo que tú, quizás no fui justa, pero te lo aseguro, te lo juro, deseaba que fueras tú…

Te deseo lo mejor, deseo que encuentres a alguien que pueda corresponderte, lo deseo de verdad, porque guardo aquel recuerdo, de que deseabas que fueras tú…

Por iniciativa de elcuentacuentos

martes, 9 de noviembre de 2010

Pasa y quédate.


No hay dolor peor que tener a dos personas viviendo en un cuerpo, y es que no pediste permiso, simplemente entraste cogiste sitio y te has quedado, clavado, sin que nada pueda moverte, día tras día lo intento, pero no puedo echarte. 
Siempre estás ahí, por las mañanas cuando no quiero levantarme eres el que inicia el movimiento de mi cuerpo, cuando estoy en clase eres el que embarga mis pensamientos, el que a la hora de comer me llena el estómago de mariposas con una sola mirada, el que cuando soy feliz me entristece, el que se adueña de mis sueños, el que aparece cuando no quiero. Eres eso y mucho mas. Eres tanto y tan poco a la vez, que desearía hallar, aunque no las encuentro, las fuerzas para decirte que por tu culpa mi mente ha sido declarada zona catastrófica, que no te había planeado pero aun así has entrado en lo mas hondo de mis pensamientos, y no se que como sacarte. Así que haz el favor, pasa y quédate o coge la puerta y márchate.

lunes, 11 de octubre de 2010

Te espero.


El 29 de Octubre cumplo veintiocho años. Aunque ya lo sabes, claro.  He pensado en dar una gran fiesta, hace tiempo que no celebro nada. Las chicas se han alegrado, dicen que ya es hora de que me divierta un poco. miro al suelo, me tumbo, prefiero descansar sobre el… se que así no existe riesgo de caer… sin querer mi mente me traiciona y se pone a pensar… piensa en ti… me levanto, me voy al pasillo, siempre pensé que era la parte más impersonal de la casa… no era mas que un puente, un lugar de paso, un nexo… y hoy me encuentro susurrando tu nombre en él, y me siento vencida… te recuerdo por el rodapiés del pasillo… fue tu elección, yo elegí el suelo de tarima y tu tenías la difícil elección entre rodapiés liso o con dibujo… lo elegiste liso, siempre te gustó lo recargado, pero no iba con el resto de todas mis elecciones… llaman al timbre… es el repartidor, trae las tiritas y el millón de aspirinas que he alquilado para aquellas heridas que no curarán… encuentro un nudo en unos de mis dedos para acordarme de encender la chimenea… aunque por más que trate de recordarlo, jamás me acuerdo de que no llegamos a comprar la chimenea… observo la gotera que no para de inundar las semanas de mi calendario… no para de llover… llevo días que parecen decenios sin pisar el dormitorio… aun estás vivo dentro de el… huele a ti, tu ropa aun está impregnada de ti, la cama está tal cual la dejamos aquel domingo… te dije que mejor hubiera sido no levantarnos… me siento en el rincón del salón que aun no está repleto de fotos tuyas, la que más cerca queda es la de los equidistantes lunares de tu espalda… algunos hablan de mi y de mi manera de ser… otros de nosotros… y otros simplemente delimitan tu cuerpo…  sigo por mi peculiar paseo por dentro de mi hábitat natural y llego a la cocina… encuentro tu última lista de la compra… 150 gramos de mortadela y 274 gramos de mis besos en tu nuca… continuo andando y regreso al estudio, aun guardo nuestro peculiar diccionario de suahili, donde en la primera de todas las letras archivaba tus silencios acompañados de miradas, que decían mas que lo que te callabas… veo una nota que recuerda que até tu vida a mi tobillo izquierdo, para que nunca estuviera demasiado lejos de la mía… esta nota llega tarde… cojo un bolígrafo y escribo: “comprar un billete sin acuse de recibo para subir a cualquier medio de transporte que me lleve lejos del mundo…”. Observo el suelo, frío como la lluvia, frío tal y como yo estoy por dentro, sabes, he cambiado ahora me gusta el frío… y tengo el corazón mas negro… me tumbo… intento no olvidar que a pesar de haber querido de la manera más densa, serena, tierna e intensa… en ocasiones con el amor… no basta. Aquí te espero, sin querer molestarte… siempre tuya, tu viuda. 

Por iniciativa del cuentacuentos


viernes, 8 de octubre de 2010

No te muevas.

Cerró los ojos para tratar de parecer dormido. Ella cogió sus cosas y atravesó la puerta sin mirar atrás. Se levantó. Miró por la ventana, la veía alejarse por la calle. Encendió el ordenador, puso algo de música. Respiró profundamente. Se sirvió un vaso de whisky. Se sentó frente a la misma ventana, observando la calle. Aquella noche había llovido intensamente y todo estaba mojado, hacía frío en la calle, la ventana empañada transformaba la realidad. Se volvió a llenar el vaso. Instantáneamente el corazón le dio un vuelco. Era ella. Volvía. Se acercó a la ventana y con el puño hizo un pequeño círculo. Ella le vislumbró y echó a correr. El fue a abrir la puerta, ella llegó cual brisa de verano en un día caluroso. Se besaron, se tocaron, se abrazaron… pasaron el resto de la noche juntos, y así noche tras noche, hasta que el amor los consumió…

Abrió los ojos. El aire estaba cargado de alcohol y tabaco. No sabía cuántas horas había dormido. Se giró en su búsqueda. Ella no estaba. En su intento de no molestarla durante su cobarde huida se había quedado dormido. Se había quedado quieto viendo como se marchaba. No había hecho nada por evitarlo. Podía no ser el amor de su vida, podía no ser más que la persona que le hiciera feliz durante años, su nueva mejor amiga, o una persona de la que aprender alguna valiosa lección de la vida, pero por el miedo a equivocarse… perdió su oportunidad.