lunes, 19 de diciembre de 2011

Mi nueva amiga.

Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa canción, primero los violines enérgicamente…
- ¡No puedo seguir así! De verdad, ¡me estás destrozando!
Acto seguido se unían el resto de instrumentos de cuerda…
- Yo voy a darlo todo por ti, déjame ser tu amiga…
Se unía la percusión…
- ¡No no es cierto! Solo me haces daño, soy infeliz contigo.
- ¿Daño? ¡Daño el que te haces a ti misma! Si quieres que me vaya…
Empezaba a reducirse la intensidad…
- Por favor, te prometo que voy a cambiar… Solo dame otra oportunidad. Juro intentarlo… ¡No! ¡No quiero!... ¡No quiero seguir así!...
Solo quedaba un triste piano…
- Quieres cambiar y yo puedo ayudarte. Solo tienes que coger mi mano…

Todo empezó cuando Paula tenía 15 años. Era la mejor de su clase, todo sobresalientes, los profesores la adoraban a pesar de que su inquietud y rebeldía les desquiciara a veces. Pensaba ser médico, eso le permitiría ayudar a la gente, a la par que enorgullecer a sus padres. Sus padres… siempre tan exigentes, y Paula como hija perfecta que era, trataba de satisfacerlos en todo lo posible.

Era el primer día de un nuevo curso, 4º de la ESO. Había quedado con sus mejores amigas en la puerta para contarse el verano.
Entraron en clase y ahí estaba el. Era nuevo, moreno de pelo corto, ojos azules, alto y fuerte. Se llamaba Jorge, y era sin duda alguna el chico mas guapo que había visto nunca. Era repetidor, tenía casi 17 años.
Con su mejor sonrisa se acercó a él. Y coló. Se presentó como la delegada de la clase, y le ofreció toda la ayuda que él pudiera requerir. Y, poco a poco, se hicieron amigos. O al menos así se sentía ella. Sus amigas no estaban del todo seguras, pero para ella estaba claro, había algo.
Tardó casi 3 meses en decidirse. Habían quedado todos los amigos para ir a cenar. Ella con sus tacones, una minifalda y los labios rojos… y aquel día todo cambió.

- Jorge, no sé qué te habrán dicho… Pero quiero decirte algo.
- Tú dirás.
- Es que, bueno, que, joder no sé cómo decirte esto.
- Venga Paulita. ¿Qué es lo que te pasa?
- Jorge… me… me gustas.
- Ya lo sabía Paula.
- Ehm, vaya, y ¿qué piensas?
- ¿Pues sino te he dicho nada que crees?
- Vale, tampoco hace falta que seas borde.
- Entiéndelo, eres muy buena amiga, pero sinceramente…

Le había quedado claro. No necesitó más. Salió corriendo de allí. Sus amigas la siguieron pero no lograron alcanzarla. Una vez en su casa no pudo más, y lloró, lloró desconsoladamente, odiando cada lágrima malgastada. Se miró al espejo, estaba horrible. ¿Cómo la iba a querer alguien? Era imposible que alguien quisiese a un monstruo como ese.


- Hija, vas a llegar tarde ¿qué haces que tardas tanto?
- Mamá no me encuentro bien.
- Hija no has comido nada en todo el día, ¿te extraña? Vamos que te preparo algo y te lo llevas al ensayo.
- Mamá no hace falta, me voy corriendo.

Faltaba un mes para la actuación. Llegó tarde como su madre bien auguraba, aunque poco importó, al inicio del ensayo se desmayó, y cayó con tan mala suerte que se torció un tobillo…

- Paula, tienes mala cara.
- Tengo la cara de siempre.
- No es cierto, estás ojerosa.
- Últimamente estoy estudiando mucho, llegan los parciales y tengo miedo.
- ¿Segura que es solo eso?
- ¿Qué va a ser? Deja de preocuparte por mi. Todo está bien, es solo esta escayola que no me deja moverme.

Sus amigas lo notaban, Paula estaba muy arisca, no quería hablar, no había manera de sacarla de clase. Todas lo achacaban a su caída, pero no mejoró cuando le quitaron la escayola.

- Paula hemos quedado todos, por favor ven.
- No puedo tengo muchas cosas que hacer, de verdad que no insistas.
- ¿Sabes que puedes hablar conmigo verdad? Cuéntamelo, te ayudaré…. ¿Es por Jorge?
- ¿Jorge? ¡No! Es por mi, Lucía de verdad no lo entenderías. Déjame.
- Pero…
- No, vete y pasátelo bien. Déjame sola.

Paula sabía que no estaba sola, no lo había estado en mucho tiempo, todo y desearlo con todas sus fuerzas, su nueva amiga siempre estaba allí con ella.

- ¡No puedo seguir así! De verdad, ¡me estás destrozando!
- Yo voy a darlo todo por ti, déjame ser tu amiga…
- ¡No no es cierto! Solo me haces daño, soy infeliz contigo.
- ¿Daño? ¡Daño el que te haces a ti misma! Si quieres que me vaya…
- Por favor, te prometo que voy a cambiar… Solo dame una oportunidad. Juro intentarlo… ¡No! ¡No quiero!... ¡No quiero seguir así!...
- Quieres cambiar y yo puedo ayudarte. Solo tienes que coger mi mano…

Paula se sentía débil. ¿Por qué no aceptar la ayuda de una amiga? Ella había estado a su lado durante estos meses tan duros… Pero no era feliz, aunque ¿que sabía ella de felicidad? no era más que un niña de 15 años, inocente, que quería gustar a todos…

Paula nunca llegó a hacer su actuación, nunca llegó a ser médico… Con 17 años la ingresaron al borde de la inanición. Y es que si aquel día, en el que Jorge la rechazó sí que hubo un monstruo en ella, pero creciendo por dentro. Todos se enteraron tarde, pero Paula sufrió anorexia, la sufrió y padeció durante dos eternos años, hasta que su querida amiga la hirió letalmente.

- ¿Eres feliz?
- … ¿Qué?
- Tienes lo que querías.
- Siento lo mismo que el primer día.
- ¿Lo mismo?
- Si, soy un monstruo, un monstruo que no sabe lo que es la felicidad.

Por iniciativa de elcuentacuentos.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Deseaba que fueras tú...

Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma. Lo juro, lo deseaba, y puse todo mi empeño en ello. Quise que fueras tú, por ello me dejé querer, por ello te permití abrazarme, acariciarme, besarme, por ello te permití quererme, porque quería que fueras tú, deseaba que funcionara, lo juro, lo intenté, lo quería de verdad. Quería que fueras tú quien se levantara a mi lado cada mañana, quería que tus manos desenredaran mi pelo mientras me deseabas buenos días, que bajaras corriendo a por una manta para que yo no tuviera frio en la transición hasta el salón los domingos caseros, lo deseaba, te juro que deseaba que fueras tú…

Espero que no me guardes rencor, nunca quise hacerte daño, te lo aseguro, quería sentir lo mismo que tú, quizás fue miedo, miedo de que nadie más sintiera por mi lo mismo que tú, quizás no fui justa, pero te lo aseguro, te lo juro, deseaba que fueras tú…

Te deseo lo mejor, deseo que encuentres a alguien que pueda corresponderte, lo deseo de verdad, porque guardo aquel recuerdo, de que deseabas que fueras tú…

Por iniciativa de elcuentacuentos