lunes, 29 de marzo de 2010

Simples recuerdos.

Rebuscando entre los papeles encontré una llave de lo más extraña, era vieja, de cobre y muy grande, parecía guardar algo muy grande, quizás un castillo encantado, o un cofre lleno de monedas de oro, algo sin duda privado y especial. De repente noté una presencia acechándome…

- ¿¡QUE HACES AQUÍ!? ¿Cómo te has atrevido a entrar aquí y hurgar entre mis cajones?
- Lo siento, yo solo…
- ¿¡YO SOLO!? ¡No tenías permiso! ¿Quién te ha dejado entrar?
- Volví a por un vinilo al cual le tenía especial cariño.
- ¿Y acaso pensaste que estaba en mis cajones?
- No pero, vi algo brillar y me llamó la atención. Lo siento no quería que esto sucediera.
- ¿El qué? ¿Qué te pillará hurgando entre mis cosas? Lo siento, haberme avisado y vengo más tarde…
- No te pongas así, tu cinismo me mata. Sabes que solo era curiosidad. Nada más.
- ¿Curiosidad? Ya no vives aquí, no tienes derecho a estar aquí.
- Jamás había visto esta llave cuando vivíamos juntos.
- ¿Y qué? ¿Creías saberlo todo de mi acaso? Porque el hecho de no conocer ni mi color favorito no te preocupaba pero si el no haber visto una llave…
- Es una llave muy peculiar, nunca había visto una similar y me preguntaba que podría abrir.
- ¿Acaso quieres saberlo?
- He de admitir que siento una inquietante curiosidad.

Me arrebató la llave de las manos, se arrancó la camisa y se la clavó en el pecho. Yo impertérrito no hice nada más que rascarme los ojos. Empezaron a brotar imágenes de su pecho sobre paseos por la playa, cartas que yo le escribía, celebraciones de cumpleaños, y acto seguido llegaron imágenes de peleas, riñas, llantos…

- ¿Asombrado?
- Anonadado mas bien. ¿Puedo preguntar por qué tanta seguridad para simples recuerdos?
- ¿Simples recuerdos? No se de que me sorprendo la verdad. Siempre fuiste así de “simple”. Cuando te fuiste me destrozaste, tan solo deseaba que volvieras, pero nunca lo hacías, las noches eran eternas ,el dolor incesante... Hasta que un día decidí no dejarme cometer el error de que aparecieras en mi vida cuando a ti te diera la gana. Yo iba a controlarlo. Por ello quise guardar todo lo que me recordaba a ti en el único lugar al que ya no pensaba volverte a dejar acceder. Cogí tu recuerdos y los metí en un cofre, lo cerré con llave y te guardé en el rincón más frío y oscuro de todo mi ser. Mi corazón. No espero que lo entiendas, ni tan siquiera que hagas un mínimo esfuerzo por comprenderme, tan solo quiero que te marches y poder cumplir mi promesa de que no aflores en mis pensamientos a no ser que yo así lo quiera expresamente. Ahora vete, y no vuelvas más por favor.

Salí cabizbajo para que no viera mis lágrimas, ella no lo sabía pero había vuelto para decirle que la amaba, que siempre había sido así… Pero se notaba en su mirada que nunca más sería capaz de amar, era como… como… como si a pesar de seguir viva por fuera... por dentro estuviera muriendo poco a poco y ya nada podría salvarla.

NOTA: Me di cuenta tarde de que la frase era  "Rebuscando entre los papeles encontraron una llave de lo más extraña", por ello no lo he modificado.

Por iniciativa del cuentacuentos.

lunes, 8 de marzo de 2010

Mañanas en el parque.


- ¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas?- Preguntó dubitativo.
- En serio. Te he dicho que saques un tema de conversación. – Respondió de mala gana.
- ¿Es que acaso no te parece un tema adecuado? - La miró con cara de asombro.
- Si claro ¿Quieres que realice una disertación sobre el tema?- Le espetó.
- Bien incluida la palabra disertación en medio de la frase.
- Te dije que ninguna palabra del calendario se me podría resistir. – Sonrío ella orgullosa.
- Entonces qué opinas.
- ¿Que opino de qué?- Dijo confundida.
- De mi duda. ¿Sueñan o no con ovejas electrónicas? – preguntó con curiosidad.
- Le preguntaré al perro que le compramos a mi hermana, el que ladra y da volteretas. Él debe saberlo seguro. Aparte de ser lo más similar a un androide que conozco.
- En cuanto lo descubras házmelo saber.
- Nada impedirá tus dudas sean resueltas. Lo prometo. – Sonrió para sus adentros.
Siguieron tumbados mirando las nubes. No había nada mejor que hacer en el parque en primavera.

Por iniciativa del cuentacuentos

lunes, 1 de marzo de 2010

El tiovivo.

- Quiero una manzana de caramelo. - dijo la rubia de ojos tímidos.
- Nunca le había visto tan feliz. Le sienta bien sonreir. - Respondió el señor del puesto.
- Eso dicen todos. - Dijo rehuyendo su mirada.

Se dirigía al tiovivo. Hoy tenía un buen día, la suerte se había puesto de su parte y había cambiado las reglas del juego. Había tenido todas las cartas sobre la mesa, y con una magestría absoluta logró que una pareja de treses ganaran a un full de ases. Se sentía muy orgullosa. Sabía que a partir de ahora le quedaba un camino largo y complicado camino por andar. Pero hoy habia caminado un par de metros que parecieron como kilómetros... Y lo había hecho sola. Se sentía ilusa porque sabía que no era mas que una piedra en el camino, un punto en una novela. Pero lo había hecho sola, ante el mayor adversario, y sin venirse abajo. Era consciente de su pequeñez respecto al mundo, del poco valor que había tenido su acto para el resto del  universo. Pero, ¿quien era el mundo para decidir si eso era importante? Ella lo sentía como tal.

- Su turno señorita. Hoy la veo muy contenta. - Dijo el feriante.
- Hoy estoy contenta, de verdad. - Respondió ella mordisqueando la manzana.
- No está mal verla de vez en cuando de buen humor.
- De vez en cuando, hasta yo se estar de buen humor.
- De la vuelta al otro lado aun queda algún caballito libre. - Dijo él, divertido.
- Gracias no dude que lo haré. - Lo miró de reojo y echó a correr.

En el gran caballo dorado, cabalgando un mar de cintas rosas y azules voló durante 5 largos minutos, sin avanzar nada, pero logrando olvidar todo lo que le quedaba por recorrer.