lunes, 1 de marzo de 2010

El tiovivo.

- Quiero una manzana de caramelo. - dijo la rubia de ojos tímidos.
- Nunca le había visto tan feliz. Le sienta bien sonreir. - Respondió el señor del puesto.
- Eso dicen todos. - Dijo rehuyendo su mirada.

Se dirigía al tiovivo. Hoy tenía un buen día, la suerte se había puesto de su parte y había cambiado las reglas del juego. Había tenido todas las cartas sobre la mesa, y con una magestría absoluta logró que una pareja de treses ganaran a un full de ases. Se sentía muy orgullosa. Sabía que a partir de ahora le quedaba un camino largo y complicado camino por andar. Pero hoy habia caminado un par de metros que parecieron como kilómetros... Y lo había hecho sola. Se sentía ilusa porque sabía que no era mas que una piedra en el camino, un punto en una novela. Pero lo había hecho sola, ante el mayor adversario, y sin venirse abajo. Era consciente de su pequeñez respecto al mundo, del poco valor que había tenido su acto para el resto del  universo. Pero, ¿quien era el mundo para decidir si eso era importante? Ella lo sentía como tal.

- Su turno señorita. Hoy la veo muy contenta. - Dijo el feriante.
- Hoy estoy contenta, de verdad. - Respondió ella mordisqueando la manzana.
- No está mal verla de vez en cuando de buen humor.
- De vez en cuando, hasta yo se estar de buen humor.
- De la vuelta al otro lado aun queda algún caballito libre. - Dijo él, divertido.
- Gracias no dude que lo haré. - Lo miró de reojo y echó a correr.

En el gran caballo dorado, cabalgando un mar de cintas rosas y azules voló durante 5 largos minutos, sin avanzar nada, pero logrando olvidar todo lo que le quedaba por recorrer.

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