martes, 9 de noviembre de 2010

Pasa y quédate.


No hay dolor peor que tener a dos personas viviendo en un cuerpo, y es que no pediste permiso, simplemente entraste cogiste sitio y te has quedado, clavado, sin que nada pueda moverte, día tras día lo intento, pero no puedo echarte. 
Siempre estás ahí, por las mañanas cuando no quiero levantarme eres el que inicia el movimiento de mi cuerpo, cuando estoy en clase eres el que embarga mis pensamientos, el que a la hora de comer me llena el estómago de mariposas con una sola mirada, el que cuando soy feliz me entristece, el que se adueña de mis sueños, el que aparece cuando no quiero. Eres eso y mucho mas. Eres tanto y tan poco a la vez, que desearía hallar, aunque no las encuentro, las fuerzas para decirte que por tu culpa mi mente ha sido declarada zona catastrófica, que no te había planeado pero aun así has entrado en lo mas hondo de mis pensamientos, y no se que como sacarte. Así que haz el favor, pasa y quédate o coge la puerta y márchate.

lunes, 11 de octubre de 2010

Te espero.


El 29 de Octubre cumplo veintiocho años. Aunque ya lo sabes, claro.  He pensado en dar una gran fiesta, hace tiempo que no celebro nada. Las chicas se han alegrado, dicen que ya es hora de que me divierta un poco. miro al suelo, me tumbo, prefiero descansar sobre el… se que así no existe riesgo de caer… sin querer mi mente me traiciona y se pone a pensar… piensa en ti… me levanto, me voy al pasillo, siempre pensé que era la parte más impersonal de la casa… no era mas que un puente, un lugar de paso, un nexo… y hoy me encuentro susurrando tu nombre en él, y me siento vencida… te recuerdo por el rodapiés del pasillo… fue tu elección, yo elegí el suelo de tarima y tu tenías la difícil elección entre rodapiés liso o con dibujo… lo elegiste liso, siempre te gustó lo recargado, pero no iba con el resto de todas mis elecciones… llaman al timbre… es el repartidor, trae las tiritas y el millón de aspirinas que he alquilado para aquellas heridas que no curarán… encuentro un nudo en unos de mis dedos para acordarme de encender la chimenea… aunque por más que trate de recordarlo, jamás me acuerdo de que no llegamos a comprar la chimenea… observo la gotera que no para de inundar las semanas de mi calendario… no para de llover… llevo días que parecen decenios sin pisar el dormitorio… aun estás vivo dentro de el… huele a ti, tu ropa aun está impregnada de ti, la cama está tal cual la dejamos aquel domingo… te dije que mejor hubiera sido no levantarnos… me siento en el rincón del salón que aun no está repleto de fotos tuyas, la que más cerca queda es la de los equidistantes lunares de tu espalda… algunos hablan de mi y de mi manera de ser… otros de nosotros… y otros simplemente delimitan tu cuerpo…  sigo por mi peculiar paseo por dentro de mi hábitat natural y llego a la cocina… encuentro tu última lista de la compra… 150 gramos de mortadela y 274 gramos de mis besos en tu nuca… continuo andando y regreso al estudio, aun guardo nuestro peculiar diccionario de suahili, donde en la primera de todas las letras archivaba tus silencios acompañados de miradas, que decían mas que lo que te callabas… veo una nota que recuerda que até tu vida a mi tobillo izquierdo, para que nunca estuviera demasiado lejos de la mía… esta nota llega tarde… cojo un bolígrafo y escribo: “comprar un billete sin acuse de recibo para subir a cualquier medio de transporte que me lleve lejos del mundo…”. Observo el suelo, frío como la lluvia, frío tal y como yo estoy por dentro, sabes, he cambiado ahora me gusta el frío… y tengo el corazón mas negro… me tumbo… intento no olvidar que a pesar de haber querido de la manera más densa, serena, tierna e intensa… en ocasiones con el amor… no basta. Aquí te espero, sin querer molestarte… siempre tuya, tu viuda. 

Por iniciativa del cuentacuentos


viernes, 8 de octubre de 2010

No te muevas.

Cerró los ojos para tratar de parecer dormido. Ella cogió sus cosas y atravesó la puerta sin mirar atrás. Se levantó. Miró por la ventana, la veía alejarse por la calle. Encendió el ordenador, puso algo de música. Respiró profundamente. Se sirvió un vaso de whisky. Se sentó frente a la misma ventana, observando la calle. Aquella noche había llovido intensamente y todo estaba mojado, hacía frío en la calle, la ventana empañada transformaba la realidad. Se volvió a llenar el vaso. Instantáneamente el corazón le dio un vuelco. Era ella. Volvía. Se acercó a la ventana y con el puño hizo un pequeño círculo. Ella le vislumbró y echó a correr. El fue a abrir la puerta, ella llegó cual brisa de verano en un día caluroso. Se besaron, se tocaron, se abrazaron… pasaron el resto de la noche juntos, y así noche tras noche, hasta que el amor los consumió…

Abrió los ojos. El aire estaba cargado de alcohol y tabaco. No sabía cuántas horas había dormido. Se giró en su búsqueda. Ella no estaba. En su intento de no molestarla durante su cobarde huida se había quedado dormido. Se había quedado quieto viendo como se marchaba. No había hecho nada por evitarlo. Podía no ser el amor de su vida, podía no ser más que la persona que le hiciera feliz durante años, su nueva mejor amiga, o una persona de la que aprender alguna valiosa lección de la vida, pero por el miedo a equivocarse… perdió su oportunidad.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Espíritus.


No era necesaria una bola de cristal para ver los espíritus en torno a él. Todos le observábamos y comentábamos, casi se podría decir que le habíamos cogido cariño. Una noche tranquila decidí darle un poco de conversación, no recordaba que hubiera tenido muchas visitas y así me mantendría entretenida un rato. Se llamaba Juan y tenía 78 años. Había sido abogado en uno de los mejores bufetes de Barcelona. Había viajado por todo el mundo, había pisado desde los barrios más pobres de china hasta lo mejores restaurantes de nueva york. No se quejaba de su vida, todo lo que había querido lo había podido conseguir, su esfuerzo lo había hecho posible. A los 75 años se truncó todo un poco. Le descubrieron un cáncer de pulmón que le consumió poco a poco. De repente sonó mi busca. Había una urgencia y me necesitaban. Dejé la conversación aparcada y salí corriendo.
Volví a los dos días para continuar con nuestra conversación. Juan estaba sentado al lado de la ventana. Traje café y me senté a su lado.
-          Cuéntame mas sobre tu vida- Le dije
-          Sobre mi vida queda poco por decir, he vivido mucho, pero no tengo mucho que lo demuestre- contestó amablemente.
-          ¿Qué hay sobre su familia?- Le pregunté.
-          Nunca llegué a formar una familia- respondió.
-          ¿Por algún motivo en especial?
-          No encontré una mujer que encajara en mi vida. O quizás no quise que ninguna encajara… - Respondió mirando a través de cristal.
-          ¿Por qué dice eso Juan?
-          Era feliz con mi vida, pero tuve miedo de tenerlo todo. Eché a todo el mundo de mi alrededor porque creía que así sería más feliz. No teniendo ataduras. – Su voz iba perdiendo fuerza tras cada palabra
-          A veces es la mejor opción, no le haces daño a nadie y puedes vivir sin preocuparte por ello. Aun así estoy segura de que alguien piensa siempre en usted- Respondí intentando subir su ánimo.
-          ¿Qué opinas sobre la muerte?- Su expresión había cambiado. Me miraba temeroso.
-          Que ante ella todos somos iguales.
-          ¿No le tienes miedo?
-          Creo que quien hace lo que debe en su vida no teme a la muerte.
-          ¿Crees que yo debiera temerla?- Su mirada estaba clavada en mi.
-          ¿Cree que vale la pena temerla?- respondí.
Permaneció callado mirando a través del cristal. Me comentó que tenía frio y quería descansar. Le ayudé a tumbarse y me fui. Notaba como los espíritus le rondaban, es una sensación extraña pero cuando trabajas en un hospital lo notas. Sabía que lo nuestro había sido una despedida, aunque siempre esperas equivocarte. Al día siguiente nada más llegar fui a verle. Efectivamente no estaba. Pregunté a las enfermeras y me lo confirmaron. Entré en su cuarto y encima de su mesita había algo, era una carta a mi nombre. La abrí sentada en la misma silla donde el día anterior nos cuestionábamos la vida. Constaba solo de dos líneas. “Querida Ana no sigas mi ejemplo. Ama sin reglas, vive sin ellas. Créeme, la vida cuanto más vacía, mas pesa.

miércoles, 28 de julio de 2010

Sentimientos.

Allí estaban, entre sus manos temblorosas, cogió sus sentimientos y sensaciones, y sin más, los lanzó al agua. Ya estaba cansada de la soledad, cansada de la tristeza, cansada de la angustia y el temor, cansada de los nervios, cansada del remordimiento… cansada... cansada hasta del cansancio… Estoicamente se levantó, me miró y dijo no te preocupes por mi, estaré bien. Yo miré sus sentimientos, algunos como la perseverancia aun flotaban, otros como la melancolía ya se habían ahogado… y sentí al verla con paso decidido un fuerte vacío, me quede pensando todo lo que habría desperdiciado por no volver a llorar…

lunes, 26 de julio de 2010

Amigos.


Nunca volví a tener amigos como los que tuve cuando tenía doce años, aquellos tiempos en los que la amistad es pura, eterna e inocente. Aquellos amigos que lograban que un árbol fuera un barco y un banco una cascada. Aquellos amigos cuya mayor traición podían ejercer contra tu persona era no elegirte a la hora de hacer equipos de futbol, contarle a fulanito que te parecía guapo o no guardarte el sitio en la cola. Aquellos amigos que te protegían, que te enseñaron a querer, a compartir, a luchar, a ganar y a perder. Aquellos amigos que conocían a la perfección tus gustos, que juraron por siempre ser tu hermana de kétchup, que te prestaban los tazos cuando tu te los habías olvidado, aun a riesgo de que los perdieras. Aquellos amigos que se emocionaban porque cumplías años, porque te hacías mayor, aquellos amigos con los que soñabas envejecer. Aquellos amigos que ibas a conservar por siempre. Por aquellos amigos que siempre permanecen en mi recuerdo. Aquellos amigos que me enseñaron que merece la pena tener amigos.

Por iniciativa del cuentacuentos

jueves, 1 de julio de 2010

Bienestar

  • ¿Lo notas?
  • ¿El qué?
  • El bienestar.
  • ¿Bienestar? Yo solo noto calor.
  • La recompensa de un trabajo bien hecho, de un esfuerzo, y un sufrimiento que al final, valieron la pena.
  • Repito, yo solo noto calor. 
Tiradas sobre la hierba disfrutaban de la brisa a las 6 de la tarde.

sábado, 19 de junio de 2010

Nadie es inmortal.

- No sé como ni dónde, pero acabaré con su vida un día de estos.
- No puedes matarlo.
- ¿Quien lo dice?
- Es inmortal.
- Nadie es inmortal. 

Años invertidos en planes que nunca funcionaban, pero ella continuaba intentándolo. Decía que lo hacía por el bien de todos, pero en realidad era porque sabía que uno de los debía morir, y él jugaba con ventaja. El siempre sabía donde ella se hallaba, controlaba sus acciones, regía su vida. En cambio ella, había invertido su vida en buscarle, y jamás logró hallarle. Pasaron los años, fue envejeciendo y como a todo ser humano le había llegado su turno. En pleno lecho de muerte pidió que le trajeran el viejo reloj de bolsillo de su padre. Partió el cristal con sus débiles dedos, provocándose sendos cortes que ya poca importancia tenían. Era su venganza… era lo más cerca que jamás estaría de matar al tiempo.

Por iniciativa del cuentacuentos

sábado, 12 de junio de 2010

Frío y calor.


-       El calor hace que las terrazas se llenen, la gente toma cervecitas fresquitas…
-       Seguro que las habían enfriado en nuestro cuarto. En serio Juan, no me convences, aquí hace mucho frío. –Replicó ella.
-       Eres muy quejica. No es para tanto.
-       ¿De verdad que el radiador no funciona? – Dijo con voz de corderito degollado.
-       ¿Porque te iba a mentir? – Respondió el indignado
-       Ah, ¡yo que se! – volvió a replicar, mientras le abrazaba con mas fuerza intentando que su pecho le transmitiera calor.
Se acurrucaron bajo las mantas. Era una noche de otoño, llovía incesantemente y hacía tormenta. Ana decidió quedarse a pasar la noche porque en tales situaciones no quería coger el coche. El frío había llegado de golpe y les cogió por sorpresa. Juan se ofreció a dormir en el sofá pero al poco tiempo  Ana apareció tiritando. No había sido premeditado, pero Juan agradecía la inoportunidad del radiador porque obligaba a Ana a quedarse a su lado. Tardaron mucho en dormirse, no paraban de hablar y reir, mientras ella se quejaba. Cuando por fin se estaba quedando dormida, Juan inconscientemente le dió un beso en la frente. Ella no quiso decir nada, sonrió para sus adentros. Sabía que era cierto. Se estaban enamorando.

 por iniciativa de el cuentacuentos

viernes, 21 de mayo de 2010

Escapar.

La torre estaba oscura y los grilletes demasiado flojos. Estaba desorientada. No recordaba que había pasado en las últimas horas, probablemente se habría desmayado. Apenas lograba oír nada. Estaba hambrienta, llevaba días sin comer, y aquel insoportable olor a orín solo hacía que provocarle náuseas. Su boca estaba seca, estaba deshidratándose. Le dolían los ojos de tanto llorar, sus pupilas, dilatadas, intentaban enfocar algo pero resultaba difícil teniendo como único apoyo la la luna y una luz intermitente colándose por las rendijas de las diminutas ventanas. Decidió que ya era hora de salir de allí. La puerta estaba abierta. No contaba con ella fuera a liberarse. Con un último esfuerzo se zafó de aquellos grilletes, desgarrándose las muñecas, estaban llenas de heridas pero no le dolían. Solo pensaba en correr. Pero ¿A dónde? se preguntó. Había planeado la manera de salir de aquella celda, pero no la de abandonar aquel lugar. ¡Si ni tan siquiera sabía donde se hallaba! Aun así empezó a andar, se notaba desfallecida pero su adrenalina hacía el resto. Bajó las escaleras sigilosamente y llegó a un gran pasillo con un ventanal al final. Avanzó hacía el con afán de poder localizar una salida. No podía creerlo. ¡Estaba en un faro en medio de una isla! Vislumbró una lancha motora en un pequeño embarcadero. Se quedó paralizada. Aguzó el oído. Escuchaba pasos acercándose. Llevada por el miedo no dudó un momento. Saltó. No pensaba volver a dejarse atrapar. Era preferible acabar contra las rocas que seguir allí…

Por iniciativa del www.elcuentacuentos.com

lunes, 10 de mayo de 2010

Roma, París, Nueva York.


Roma, París, Nueva York. Los altavoces no paraban de anunciar destinos. Ella corría como siempre. Decía que así la vida era más emocionante. No era de extrañar que en una mayor proporción a la esperada sus medios de transporte partieran sin ella a bordo. En esos casos súbitamente cambiaba de parecer y su destino viraba 180 grados.
Nadie sabía nunca donde se hallaba. Una vez aseguraban haber oído ruso de fondo en una de sus precarias llamadas para que sus seres vivos supieran que aun estaba viva. Muchos se preguntaban porque esa imperiosa necesidad de viajar, recorrer mundo, porque no asentarse, crear una familia y vivir tranquila. Para ella no tenía ningún sentido, pero todo iba a cambiar. Y ella lo intuía desde hacía tiempo. Sabía que ese ritmo de vida no podía ser eterno.
-          Hola mamá.
-          ¡Hola hija! ¿Cómo estás? – Respondió sorprendida.
-          Bien mama, como siempre
-          ¿Dónde estás?
-          Sabes que nunca te lo digo. Pero tengo una sorpresa para ti.
-          ¿De qué se trata cariño?
-          Pronto lo sabrás, no sufras. Te quiero.
-          ¡Hija…!
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-          ¿A donde será señorita Carlota? – Preguntó la señorita de la agencia de viajes.
-          Esta vez será Barcelona.
-          ¿Barcelona? ¿Segura?
-          Si.

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Subió al avión ligera de equipaje. Su pequeña maleta, una revista dos diarios y una chaqueta como únicos acompañantes. Estaba lleno de gente emocionada que iba de vacaciones. Reía pensando que su vida durante años había sido así constantemente.

-          ¿Cómo se llama?- Preguntó al señor del 6F.
-          Javier.
-          Quiero que sepa que es usted mi última ración individual de amigo.
-          ¿Ración individual? ¿Cómo en el club de la lucha?
-          Sí, pero sin la parte de provocar una hecatombe.
-          Está bien entonces ¿Puedo preguntar porque soy el último?
-          Porque vuelvo a casa
-          ¿Ha viajado mucho?
-          Como… 10 años sin parar.
-          Habrá visto mucho mundo entonces.
-          Todo el que me ha sido posible.

Nada más bajar del avión ya sentía una angustia incesante en el pecho. Notaba como se volvía débil por momentos. Decidió pasar la noche en el hotel más cercano, total, nadie la esperaba.

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-          Ya puede pasar- dijo la enfermera
-          ¡Dichosos los ojos! ¿Qué inquietante aventura te trae por aquí?- Exclamó el médico
-          ¿Una revisión?
-          Será eso. En 10 años no has necesitado ninguna ¿por qué ahora?
-          He estado ocupada- dijo ella rehuyéndole.
-          ¡Y ahora sientes añoranza!-respondió a modo de burla- Va Carlota, que nos conocemos por favor…

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-          Hola mamá.
Como respuesta obtuvo miles de besos y millones de lágrimas.
-          Quiero comer pollo al horno.
-          Pasa y siéntate hija, estás en tu casa.

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Miraba a la blanca pared del hospital en la que había colgado su mapa. Le había costado varias horas pero ya no quedaba mucho por hacer. Había una foto en todos los lugares del mundo. Lo había conseguido.

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10 años antes…
-          Cuando me recupere tengo algo planeado- dijo Pedro.
-          Bueno, primero ponte bueno- respondió Carlota
-          Ya me siento mejor.
-          Con calma campeón.
-          Quiero que demos la vuelta al mundo. Y que nos casemos en las vegas cual Marilyn y Elvis.
-          ¿Qué tal un viaje a Andorra?- Respondió ella sonriendo.
-          ¡Andorra! ¿Qué espíritu aventurero es ese?
-          No le veo el sentido a viajar tanto.
-          Conocer otras culturas, ver cosas inimaginables, vivir cual holandeses una semana y a la siguiente ser   completamente americanos. Conocer el mundo y sus rincones. Vivir, simplemente vivir. Sin nada que importe, ni tu móvil, ni mi empresa. Ni tu salud ni mi enfermedad. Solo tu, yo y el mundo.
-          Qué bonito sería… y que irreal.
-          Qué bonito será.

Era la primera vez que la visitaba. Había partido en cuanto sucedió puesto que quedarse se le antojaba imposible. No pudo salvarlo, lo intentó todo, pero no fue capaz.
-       Lo he hecho por ti, porque era lo que querías. Pero siento decirte que a pesar de que describías un mundo idílico, no es un lugar tan maravilloso, no desde que tú no estás aquí.

 Por iniciativa del cuentacuentos.

lunes, 3 de mayo de 2010

Vamos a jugar a algo

- Vamos a jugar a algo.
- ¡Vale! Juguemos a ser mayores
- Pero si ser mayores no es divertido.
- ¡Que si! ¡Yo quiero ser mayor! Los mayores hacen lo que quieren.
- ¿Eso crees?
- Sí, siempre están mandando y se van a dormir a la hora que quieren.
- ¡Ay! Que equivocada estás, no quieras crecer antes de hora. La vida es muy corta… aunque a tu edad todo parece que nunca vaya a acabar, pero de repente un día sin haberlo pedido te has hecho mayor…

Me lo repetías una y otra vez… Y nunca quería hacerte caso… Y tal como tú predijiste, un día sin saber cómo, había crecido. Y fue entonces cuando anhelante esperé al mundo con el que tantos años había soñado, aquel lugar que había grabado a fuego en lo que quedaba de mi inocencia. El mundo de verdad, en el que yo decidía. Pero para mi sorpresa, el mundo real era turbio, era una distorsión de sí mismo, un lugar incomprensible, extraño, frío… El mundo real era… el mundo real era… el mundo real era lo más irreal que jamás había visto.

Iniciativa del cuentacuentos

martes, 27 de abril de 2010

Cicatrices.


-         ¿Por qué a veces aun me duele?
-          Porque la herida fue muy profunda.
-          Pero hace ya años que cicatrizó.
-          A veces, hasta las cicatrices duelen.
-          No creo que vuelva a hacerlo nunca.
-          ¿Por qué? ¿Por qué una vez saliera mal?
-          No quiero volver a herirme..
-          Ya pero no siempre ante un experimento obtienes el mismo resultado.
-          Prefiero no probarlo. Puede volver a salir mal.
-          No lo sabrás sino lo pruebas. La diferencia es que esta vez puede salir bien.
Observaban el cielo azul, tiradas sobre la hierba húmeda de primera hora de la mañana.

lunes, 26 de abril de 2010

Se perdió el fin del mundo.

Se perdió el fin del mundo. ¿Cómo era posible que no se hubiera dado cuenta? no paraba de darle vueltas mientras caminaba junto a millones de personas hacia lo que denominaron “su destino”. No lo entendía, ella tenía muchas cosas por hacer en vida ¿cómo se había acabado ya? Y lo más importante ¡Sin que ella se diera cuenta!. Todo había transcurrido como un día normal. Levantarse, ducharse, preparar el desayuno, a pesar de que aquella mañana no funcionaba la electricidad y se tuvo que preparar la tostada con un mechero, bajar desde un quinto piso deslizándose por la barandilla porque los escalones habían desaparecido, ir a la universidad… La verdad es, que de no ser por los árboles en llamas caídos en medio de la acera y la gente gritando ¡apocalipsis! era una mañana bastante buena y apenas había tráfico.
Llegó a la universidad y ese día tan solo un profesor había acudido a clase, rezaba por sus almas o algo así, pero ella solo estaba atenta en coger apuntes. ¡ESPERA! Su profesor de anatomía no había ido a clase, como no lo había visto antes ¡Dijo el primer día que a no ser que se acabara el mundo siempre acudiría a clase! Y además ella había perdido toda la tarde en la biblioteca… Había desperdiciado su último día de vida en la biblioteca. No se había despedido de nadie, ¿Qué pensarían sus padres?...
Tan absorta estaba en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que la cola había avanzado y se hallaba a tan solo unos metros de tener que tomar una decisión.

- ¿Qué ha decidido?
- Hola disculpe, ¿quién es usted?
- No ve que no hay tiempo para presentaciones ¿Qué ha decidido?
- ¿Decidido de qué?
- ¿No leyó los panfletos que enviamos a la tierra?
- No tengo ni idea de que me habla.
- ¿No ha leído los carteles?
- ¿Qué carteles?- respondí enfadada. No sabía quién era ese señor ni qué clase de decisión esperaba que tomase.
- Los que había de camino –respondió de mala gana.
- No, la verdad es que no, le importaría explicármelos.
- ¿No ve la cola que está usted formando?
- Ya, pero se trata de mi destino. Hágame un resumen.
- Opción A: irse al cielo, pasarse el día de blanco tocando el arpa pero, con el pequeño inconveniente de tener que hacer visitas a modo de ángel a lo que hasta hoy se consideraba la tierra para intentar convencer a las almas errantes que quedan por allí de que deben morir. Opción B: ir al infierno, hace calorcillo, montan unas fiestas de impresión pero, de vez en cuando, hay flagelaciones, torturas… ese tipo de cosas que tanto le gustan al Señor.
- Mmm, pues no se la verdad es que ninguna me convence. ¿Existe alguna otra opción?
- La de alma errante, pero van a intentar matarla constantemente. Desde luego es la más estresante.
- ¿Le importa si me quedo aquí un rato decidiendo?
- ¿Que se cree que tenemos toda la eternidad?
- Hombre, eso pensaba.
- O decide usted o decido yo.

Se vio obligada a hacer la elección de su vida a base de lanzar una moneda. Cara cielo, cruz infierno, canto alma errante. Y así pasó el resto de sus días, condenada a vagar por el mundo, huyendo del demonio y escapando de los ángeles…

martes, 20 de abril de 2010

La chica del paraguas rojo.


La chica del paraguas rojo lloraba desconsolada, pero sus lágrimas no destacaban en medio de la lluvia torrencial. Estaba empapada. Llamó mi atención. Llevaba unos tacones altísimos color carmín, al igual que sus labios. No se movía, no se inmutaba al notar la lluvia caer, prácticamente estaba catatónica. Me acerqué, supongo que guiada por mi espíritu médico, por si necesitaba ayuda.

Le pregunté si estaba bien. La chica me miró con sus enormes ojos rojos y preguntó ¿me ves? Yo me sorprendí obviamente, el hecho de dirigirme a una persona implica, en mi lógica absoluta, tener consciencia de que esta allí. Me acuclillé intentando zafarme de la lluvia.
-          Si, te veo.
-          ¿No soy invisible?
-          ¿Deberías serlo?
-          Eso creía.
-          Dudo que una persona con un paraguas rojo pueda ser invisible.
-          Me siento así.

Dudé un instante sobre que debía hacer, pero la lluvia era demasiado intensa y como siempre andaba con prisa. La dejé sentada y eché a andar. Antes de llegar a la esquina mi conciencia me dijo que no podía dejarla sola. Volví para intentar convencerla de que, aunque solo fuera por su salud, se resguardara, hasta incluso me ofrecía a acompañarla a una cafetería a hablar. No había nadie en aquel banco. Sorprendida me cuestioné si la lluvia no me habría confundido y busqué por toda la plaza. Aquel paraguas debía verse. Un gran frenazo, acompañado de aquel sonido característico de accidente me sobresaltó. Pensé en la chica del paraguas rojo deambulando, inconsciente, sin rumbo...

El conductor salió frenético del coche. Allí  no había nadie.  Solo un paraguas rojo, lo cogí asustada. El conductor me gritó una ristra inaudible de insultos por mi supuesta irresponsabilidad, hasta incluso dijo que si no era capaz de controlar mi paraguas me comprara un chubasquero. Claro que podía controlar mi paraguas, ¡Pero es que no era mío!. Volví a la plaza en un nuevo intento de encontrar a aquella chica pero fue inútil.
Llegué a casa empapada, confundida, aturdida y enfadada. Al ir a cerrar aquel maldito paraguas me di cuenta de que llevaba algo escrito. Al hablar con la chica en la plaza no me había percatado. Lo abrí salpicando todo el portal. Era difícil de leer, como si lo hubieran hecho con bolígrafo. A pesar de todo logré descifrarlo.

“Tantas cosas tienes que hacer en tu vida, que no te das cuenta, pero te has vuelto invisible para ella, y lo desgraciado es que la vida, cuanto menos te lo esperas, ya se ha acabado“.
Nada tenía sentido, cerré el paraguas lo lancé al rellano y subí corriendo las escaleras, no tenía tiempo para esperar al ascensor…

Por iniciativa del cuentacuentos