Nunca volví a tener amigos como los que tuve cuando tenía doce años, aquellos tiempos en los que la amistad es pura, eterna e inocente. Aquellos amigos que lograban que un árbol fuera un barco y un banco una cascada. Aquellos amigos cuya mayor traición podían ejercer contra tu persona era no elegirte a la hora de hacer equipos de futbol, contarle a fulanito que te parecía guapo o no guardarte el sitio en la cola. Aquellos amigos que te protegían, que te enseñaron a querer, a compartir, a luchar, a ganar y a perder. Aquellos amigos que conocían a la perfección tus gustos, que juraron por siempre ser tu hermana de kétchup, que te prestaban los tazos cuando tu te los habías olvidado, aun a riesgo de que los perdieras. Aquellos amigos que se emocionaban porque cumplías años, porque te hacías mayor, aquellos amigos con los que soñabas envejecer. Aquellos amigos que ibas a conservar por siempre. Por aquellos amigos que siempre permanecen en mi recuerdo. Aquellos amigos que me enseñaron que merece la pena tener amigos.
Por iniciativa del cuentacuentos
Si señor. Amigos que nunca se olvidan
ResponderEliminarUn saludo
Los mejores amigos, sin duda, son los que tú nos describes. Un abrazo.
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