martes, 20 de abril de 2010

La chica del paraguas rojo.


La chica del paraguas rojo lloraba desconsolada, pero sus lágrimas no destacaban en medio de la lluvia torrencial. Estaba empapada. Llamó mi atención. Llevaba unos tacones altísimos color carmín, al igual que sus labios. No se movía, no se inmutaba al notar la lluvia caer, prácticamente estaba catatónica. Me acerqué, supongo que guiada por mi espíritu médico, por si necesitaba ayuda.

Le pregunté si estaba bien. La chica me miró con sus enormes ojos rojos y preguntó ¿me ves? Yo me sorprendí obviamente, el hecho de dirigirme a una persona implica, en mi lógica absoluta, tener consciencia de que esta allí. Me acuclillé intentando zafarme de la lluvia.
-          Si, te veo.
-          ¿No soy invisible?
-          ¿Deberías serlo?
-          Eso creía.
-          Dudo que una persona con un paraguas rojo pueda ser invisible.
-          Me siento así.

Dudé un instante sobre que debía hacer, pero la lluvia era demasiado intensa y como siempre andaba con prisa. La dejé sentada y eché a andar. Antes de llegar a la esquina mi conciencia me dijo que no podía dejarla sola. Volví para intentar convencerla de que, aunque solo fuera por su salud, se resguardara, hasta incluso me ofrecía a acompañarla a una cafetería a hablar. No había nadie en aquel banco. Sorprendida me cuestioné si la lluvia no me habría confundido y busqué por toda la plaza. Aquel paraguas debía verse. Un gran frenazo, acompañado de aquel sonido característico de accidente me sobresaltó. Pensé en la chica del paraguas rojo deambulando, inconsciente, sin rumbo...

El conductor salió frenético del coche. Allí  no había nadie.  Solo un paraguas rojo, lo cogí asustada. El conductor me gritó una ristra inaudible de insultos por mi supuesta irresponsabilidad, hasta incluso dijo que si no era capaz de controlar mi paraguas me comprara un chubasquero. Claro que podía controlar mi paraguas, ¡Pero es que no era mío!. Volví a la plaza en un nuevo intento de encontrar a aquella chica pero fue inútil.
Llegué a casa empapada, confundida, aturdida y enfadada. Al ir a cerrar aquel maldito paraguas me di cuenta de que llevaba algo escrito. Al hablar con la chica en la plaza no me había percatado. Lo abrí salpicando todo el portal. Era difícil de leer, como si lo hubieran hecho con bolígrafo. A pesar de todo logré descifrarlo.

“Tantas cosas tienes que hacer en tu vida, que no te das cuenta, pero te has vuelto invisible para ella, y lo desgraciado es que la vida, cuanto menos te lo esperas, ya se ha acabado“.
Nada tenía sentido, cerré el paraguas lo lancé al rellano y subí corriendo las escaleras, no tenía tiempo para esperar al ascensor…

Por iniciativa del cuentacuentos

4 comentarios:

  1. Me ha gustado por el giro que das a la historia y por salirse un poco de lo que hemos escrito la mayoría a partir de la frase ;) . No obstante, me parece que el desenlace es un poco forzado. Me faltan datos para comprender lo de la chica. De todos modos no le des mayor importancia, porque soy realmente torpe. Un abrazo.

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  2. Hola, antes que nada agredecerte el comentario. Respecto a la falta de información, pasa en la mayoría de mis relatos, me gusta dejar a los personajes un poco a libre albedrío de cada lector, pero suelo quedarme demasiado corta. Un saludo! :)

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  3. Pues el final me deja un poco rota, porq yo tampoco lo entiendo, pero si tenemos en cuenta que en nuestra propia vida vivimos situaciones q no tienen sentido alguno, me quedo con ello y con el sentimiento de la chica del paraguas.

    :)

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  4. Me pasa lo mismo, me quedo con la sensación de que el final se ha precipitado demasiado y nos deja con muchas incógnitas por resolver y las dudas se quedan rondando por aquí...

    Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.

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